Imagínate un día cualquiera en Tenerife. Una mañana brillante, con el sol asomando sobre el horizonte, pero con algo que parece empañar esa belleza: el tráfico. Cada vez que te subes al coche, el mismo panorama: las salidas de la autopista congestionadas, coches que se mueven lentamente y el constante sonido de las pitas. Te sientes atrapada en un embotellamiento que no parece tener fin. Cada minuto que pasa se siente más largo que el anterior; el reloj avanza, pero tú sigues en el mismo lugar, sin poder avanzar.
Es frustrante, ¿verdad? Sabes que tienes algo importante que hacer, un lugar al que llegar, pero el tráfico te limita, te bloquea, te hace sentir que no vas a llegar nunca a tu destino. Las horas de espera te hacen sentir impotente, como si el control sobre tu vida se estuviera desvaneciendo poco a poco.
Con la ansiedad ocurre algo similar: te impide avanzar hacia lo que realmente deseas en la vida, apoderándose de ti y limitándote. Al principio sientes que tienes el control, pero poco a poco la ansiedad se hace más presente: una preocupación aquí, un nudo en el estómago por allá. Y, como en el atasco, lo peor es no ver salida.
Pero, igual que cuando das con ese desvío inesperado que te libera de la TF-5 y te deja ver el mar en el horizonte, también hay un camino para salir de esto. Reconocerlo es el primer paso. Y, con las herramientas adecuadas, puedes empezar a moverte, poco a poco, hacia una versión de ti misma que no vive atrapada. Una versión de ti que, por fin, avanza.
Los síntomas de la ansiedad no son una exageración ni una dramatización de tu vida; son una realidad -como los atascos en Tenerife- muy incómoda, que no se soluciona “tomándose las cosas menos a pecho”, y a menudo se siente así:
Te sientes preocupada todo el tiempo, como si no pudieras apagar ese ruido constante en tu cabeza.
Cada día te despiertas con la sensación de que algo malo va a pasar, aunque no sepas qué.
Tienes problemas para conciliar el sueño.
Notas en el cuerpo como una losa: tensión muscular, presión en el pecho, dificultad para respirar, mandíbula apretada…
Sientes que, si no haces todo perfectamente, decepcionarás a quienes te rodean, y eso te da miedo.
La incertidumbre se siente como tu peor enemiga.
Estás en alerta… incluso cuando todo está tranquilo.
A menudo vas a la cocina y devoras media despensa.
Te cuesta estar en el momento, incluso durante tus relaciones sexuales.
No tienes que salir de esto sola.
Hola, soy Cintia Brito.
Psicóloga-sexóloga clínica y, según mi madre, «un nervio desde chica». Y, como madre, no le falta razón. Pasé años intentando apagar ese torbellino interno, hasta que entendí que el estrés no venía a molestar, venía a guiarme. Ahora sé que esos mismos nervios me empujan a cruzar países, experimentar deportes de riesgo como la apnea y a mirar de frente todo lo que antes evitaba por miedo.
Mi enfoque está centrado en la terapia de tercera generación, donde lo importante no es eliminar lo que sientes, sino entenderlo, darle espacio y aprender a responder en lugar de reaccionar: mindfulness para estar presentes, compasión para dejar de machacarte y la búsqueda del compromiso con lo que te importa, pese a las emociones desagradables.
Entonces, ¿Qué puedes conseguir conmigo?
Cuando empiezas la terapia, no has llegado aún a tu destino, pero ya no estás atrapada. Y comienzas a respirar distinto.
No me malinterpretes, no vengo a ofrecerte fórmulas rápidas ni promesas vacías, venir a terapia conlleva un trabajo incómodo y de mucho compromiso.
Lo que te propongo es hacerlo en un espacio real, honesto. Un lugar donde puedas entender qué te pasa sin juicio, y empezar a estar contigo sin tanta guerra interna.
Para mí, la terapia ha sido ese punto de inflexión, un lugar que me ha aportado calma y estrategias cuando lo he necesitado. El lugar donde dejé de pelear con lo que sentía y empecé a construir una vida con más sentido. Y por eso estoy aquí: para acompañarte desde la cercanía y la humildad, no con frases bonitas ni distancia profesional.
Pero eso ya lo descubrirás cuando nos conozcamos.
Puede ser… pero no hace falta estar ‘muy mal’ para ir a terapia. A veces, basta con sentir que algo duele, que algo pesa, o simplemente que necesitas un espacio para ti. La terapia no es solo para ‘arreglar’, también puede ser para conocerte mejor, para cuidarte antes de llegar al límite.
Sí, 60€ (online) y 70€ (presencial) no es poca cosa. Lo sé. Vivimos tiempos en los que llegar a fin de mes ya es una hazaña, y priorizar la salud mental es un lujo. Pero también sé lo que cuesta sostenerse así: durmiendo mal, apagando fuegos emocionales, discutiendo por todo, sintiendo que la cabeza no para ni un segundo. La terapia es para cuidarte y no seguir rompiéndote por dentro. Si hay algo en lo que no deberías recortar, es en ti. Porque ya has invertido demasiado en aguantar como puedes. Tal vez ahora te toque invertir en estar un poco mejor.
Las sesiones duran entre 50 y 60 minutos. La frecuencia depende del momento en que estés y la situación por la que vengas. Lo más común es una vez por semana, al principio. Luego, según avances, puede espaciarse a quincenales o mensuales. Lo hablamos juntas según tus necesidades.
La ansiedad no va a desaparecer del todo (como ese grupo de WhatsApp que sigue ahí, silencioso pero presente). Pero con terapia puedes aprender a entenderla, a bajar su intensidad y a escuchar lo que intenta decirte. Porque sí, a veces se pone intensa, pero suele tener un mensaje importante… y cuanto más la ignoras, más fuerte habla.
Hablar de tu ansiedad no la empeora, lo que la empeora es tragártela todos los días con cara de “todo bien” mientras por dentro estás en llamas. Ponerle palabras no te rompe, te alivia. Sí, al principio incomoda tratar temas difíciles, pero te lo intentaré hacer lo más fácil posible. Expresar lo que llevas dentro te ayuda a entender tus emociones y, a dejar de pelearte contigo misma cada cinco minutos. Sin embargo, si aún no te sientes segura hablando sobre ella, podemos hablar de otras cosas hasta que te encuentres cómoda.
Prefiero que me lo digas, sin rodeos. Si no hay feeling, lo hablamos y te ayudo a buscar a alguien con quien sí conectes. Lo importante no es que te quedes conmigo, sino que encuentres tu sitio. Esto va de ti, no de mí.
¡Contáctame!