Al igual que los atascos, esto también pasará.
Imagínate un día cualquiera en Tenerife, una mañana brillante, con el sol asomando sobre el horizonte, pero con algo que parece empañar esa belleza: el tráfico. Cada vez que te subes al coche, el mismo panorama: las salidas de la autopista congestionadas, coches que se mueven lentamente, y el constante sonido de las pitas. Te sientes atrapada en un embotellamiento que no parece tener fin. Cada minuto que pasa parece más largo que el anterior, el reloj avanza, pero tú sigues en el mismo lugar, sin poder avanzar.
Es frustrante, ¿verdad? Sabes que tienes algo importante que hacer, un lugar al que llegar, pero el tráfico te limita, te bloquea, te hace sentir que no vas a llegar nunca a tu destino. Las horas de espera te hacen sentir impotente, como si el control sobre tu vida se estuviera desvaneciendo poco a poco.
Con la ansiedad ocurre algo similar. Te impide avanzar hacia lo que realmente deseas en la vida, apoderándose de ti y limitándote. Al principio, sientes que tienes el control, pero poco a poco la ansiedad se hace más presente: una preocupación aquí, un nudo en el estómago por allá. Y, al igual que en un atasco, lo más frustrante es sentirte atrapada, sin encontrar una salida clara.
Afortunadamente, al igual que cuando encuentras un desvío que te permite escapar de un atasco y ver de reojo el mar, la ansiedad también puede suavizarse. Reconocerla es el primer paso, y con las herramientas adecuadas, puedes aprender a enfrentar los bloqueos de la vida desde una nueva perspectiva. Con la ansiedad tienes la oportunidad de retomar el rumbo y dejar atrás la sensación de estar atrapada.
Los problemas de ansiedad no son una exageración ni una dramatización de tu vida, es una realidad muy incómoda que no se solucionan “tomándose las cosas menos a pecho” y a menudo se siente así:
Soy Cintia Brito, un nervio desde chica, lo que ha hecho que transforme todos esos nervios en una vida con propósito, desarrollando así pasión por ciertos deportes de riesgo y un espíritu viajero insaciable.
Además, soy psicóloga y sexóloga, especializada en mindfulness y autocompasión, algo que me define profesional y personalmente.
La terapia ha sido para mí un espacio seguro en el que conocerme y aceptarme. Me ha aportado calma y estrategias cuando lo he necesitado. Por eso mismo me gustaría acompañarte a que experimentes lo mismo, desde la cercanía y la humildad.
Pero eso ya lo descubrirás cuando nos conozcamos.
La ansiedad es una respuesta de supervivencia del cuerpo ante situaciones estresantes, y por eso no va a desaparecer por completo. Sin embargo, la terapia puede ayudarte a reducir su intensidad y frecuencia, aprender a escucharla y atenderla para que sea como una aliada, una brújula interna que te guíe en tu vida.
Si eres una persona que ha lidiado con nerviosismo o ansiedad desde bien pequeña, la terapia puede ser una herramienta poderosa para comprender mejor lo que está detrás de tanto nerviosismo y aprender a gestionarlo. La terapia te ofrece un espacio seguro para explorar, aprender y aplicar estrategias que te ayudarán a sentirte mejor con el tiempo.
Hablar sobre la ansiedad en un entorno seguro y profesional no debería empeorarla; de hecho, es una de las partes más importantes del proceso. Expresar lo que sientes y piensas te permite entender mejor tus emociones y, con la ayuda de tu terapeuta, encontrar maneras de manejarlas. Sin embargo, si aún no te sientes segura hablando sobre ella, podemos hablar de otras cosas hasta que te encuentres cómoda. Al principio, es normal sentir un poco de incomodidad al abordar temas difíciles, pero compartir tu experiencia te ayudará a desmitificarla y a reducir su poder sobre ti.
Es totalmente normal sentir que no tienes control sobre la ansiedad o sobre otros procesos internos, como tus pensamientos o emociones. Piensa en esto: ¿podrías detener tu corazón en este momento? ¿O decirle a tu estómago que deje de procesar la comida que has ingerido? No, ¿verdad? Entonces, ¿por qué esperamos que la ansiedad desaparezca por completo? No podemos controlarla del todo, pero sí podemos aprender a manejarla y crear estrategias para que funcione “como un reloj”.
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