Sí, esto también le pasaba a Ariel.
Sí, la de la cola de sirena y la voz celestial. Tenía una voz que podía hacer llorar a las piedras. Literalmente.
Pero bastó que apareciera un marinero con mandíbula cuadrada para que se le olvidara todo eso de «sé tú misma», porque claro, “nunca había sentido algo igual.”
¿Y qué hizo nuestra sirena? Le vendió su voz a una bruja. No por poder. No por libertad. Por él. Por un tipo que ni siquiera sabía su nombre.
Y mientras él seguía siendo “el marinero perfecto”, ella se convertía en la versión más triste de sí misma: la que callaba lo que pensaba, ignoraba lo que sentía y aplaudía todo lo que él decía. La que asiente y sonríe aunque se esté tragando el mar entero.
Estaba con él… pero se había perdido a sí misma.
¿Te suena familiar?
Esa sensación de dejarte en pausa para ser lo que crees que “él quiere”. De convertirte en la versión más silenciosa de ti, con tal de no molestar, de no perderlo, de ser querida.
Claro que sí te suena. Porque no eres la única ni serás la última.
Aquí va la parte que nadie te cuenta: el amor que te pide que te calles, no es amor. Es sumisión con purpurina. Para salir de esa trampa Disney, necesitas recordar tu valor y entender que el amor de verdad no te pide que sacrifiques lo que eres.
Si en tus relaciones sientes que has perdido tu voz, es el momento de recuperarla.
De decir en voz alta lo que quieres, lo que no, y lo que no vas a tolerar ni un minuto más. Reconectar contigo misma y empezar a poner tus necesidades en primer lugar.
Porque al final del cuento, las sirenas no están hechas para entregar su poder a cambio de amor.
Ya valen, ya brillan, ya son suficientes tal como son.
Y su voz no nació para apagarse, sino para marcar su rumbo.
La dependencia emocional se vive como algo muy asfixiante. A menudo:
Hola, soy Cintia Brito.
Psicóloga, sexóloga, terapeuta de parejas… y antes que todo eso, soy una mujer que supo muy bien lo que era perderse en vínculos caóticos, sentir ansiedad por apego y un miedo brutal a estar sola, hasta el punto de mendigar amor y confundir intensidad con conexión.
Durante años viví con el corazón en vilo y la autoestima en la cuerda floja. Hasta que empecé a mirar hacia dentro. A entender de dónde venía tanto ruido, tanta necesidad de ser elegida. De la familia, claro.
Eso cambió mi vida.
Y también cambió mi forma de hacer terapia.
Por eso me sigo formando con todo lo que tengo a mano —EMDR, IFS, teoría del apego y otras siglas que suenan muy pro—, pero lo más valioso que tengo no se aprende en libros: es saber lo que se siente y haberlo atravesado.
Porque no hablo desde un pedestal clínico.
Hablo desde el barro y la reconstrucción.
Acompaño desde la empatía, no desde la corrección. No espero que llegues perfecta, ni entera. Solo dispuesta a empezar a tratarte con la misma ternura que llevas años regalando a los demás.
La terapia, para mí, fue el lugar donde pude reconstruirme sin que me pidieran ser otra.
Por eso, mi forma de acompañarte no tiene juicio, ni prisas, ni frases hechas. Tiene escucha real, herramientas útiles y una buena dosis de humanidad compartida.
Si llegaste hasta aquí buscando aire, seguridad o simplemente a ti misma… Bien. Por algo se empieza.
La dependencia emocional suele formarse a partir de experiencias pasadas que moldean cómo nos relacionamos con los demás. Puede tener raíces en la infancia, en patrones de relación poco saludables, o en la búsqueda de validación constante para sentirnos completos. Es importante entender que la dependencia no es una característica fija e inmutable, sino algo que se puede trabajar y cambiar con apoyo adecuado.
A menudo, la elección de pareja se ve influenciada por patrones emocionales inconscientes y creencias sobre el amor y el valor propio. Si has experimentado relaciones en las que te has sentido atrapada en dinámicas poco saludables, es probable que, de manera inconsciente, busques relaciones similares, tratando de resolver conflictos del pasado. Reconocer este patrón es el primer paso para cambiarlo y atraer relaciones más saludables.
¡Claro que sí! La dependencia emocional es algo que se puede superar, y con el trabajo adecuado, puedes aprender a construir relaciones basadas en la igualdad, el respeto y el amor propio. Con terapia y autoconocimiento, podrás establecer límites saludables y desarrollar confianza en ti misma, lo cual es fundamental para tener una pareja sana y equilibrada.
Puede ser por múltiples factores, pero existen dos grandes orígenes: el social, representado por el qué dirán y el miedo a fracasar en los logros vitales, y el miedo al abandono, que a menudo se produce en la infancia.
En terapia exploramos si realmente estás viviendo una situación de dependencia emocional. Sin embargo, algunos signos de dependencia emocional incluyen la necesidad constante de aprobación de tu pareja, sentirte ansiosa cuando estás sola, o poner las necesidades de los demás por encima de las tuyas. También puede implicar tener miedo a la soledad, la incapacidad de establecer límites saludables, o sentirte atrapada en una relación que no te hace bien pero que te cuesta dejar. Si reconoces algunos de estos comportamientos en ti, podría ser útil concertar una cita.
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